Se cuenta que hace ya muchos años, allá por el siglo XV, la reina Isabel de Hungría, ya entrada en años y aquejada de dolores reumáticos, paseaba a duras penas por el bosque cercano a palacio cuando se encontró con un curandero y alquimista. Preguntándole si podría aliviar sus sus dolores, el curandero preparó una pócima con la que tendría que darse masajes diarios sobre el dolorido cuerpo.
El resultado no se hizo esperar, e incluso superó las expectativas de la achacosa reina: no solo desaparecieron sus dolores, sino que además la rejuveneció hasta tal punto (y es aquí donde entra la leyenda) que volvió a recuperar su belleza perdida y acabó casándose con un joven y hermoso rey que pasaba por allí. A partir de entonces, lo empezó a utilizar también como perfume. Se considera que Isabel de Hungría fue la primera persona en utilizar un perfume en Europa, al que pasó a denominarse «agua de la reina de Hungría» y que comenzó a usarse con asiduidad desde entonces.
Dicha pócima no es ni más ni menos que una tintura elaborada con romero y alcohol (el conocido alcohol de romero), y ha llegado hasta nuestros días con más o menos variaciones. Así por ejemplo, es muy frecuente encontrar también lavanda como ingrediente en la preparación de la tintura, que es antiinflamatoria y potencia el poder calorífico del romero.
Utilizado en friegas para el sistema articular, es un tonificante que hace que la sangre afluya de dentro hacia fuera, desinflamando las partes internas, calentando músculo, para procesos fríos, degenerativos, para mejorar la circulación y también como tónico sobre la piel limpiando la capa de grasa.