Cada año, en torno al 21 de septiembre, se produce el llamado equinoccio de otoño (“noche igual») en el hemisferio norte, momento del año en el que la duración del día y de la noche es igual, debido a que el sol forma un eje perpendicular con la línea del ecuador (este año 2021 será el 22 de septiembre). Es el paso del verano al otoño.
A partir de entonces, la energía de la naturaleza comienza a replegarse hacia el interior, la oscuridad irá ganándole terreno a la luz, siendo los días cada vez más cortos hasta el solsticio de invierno, cuando tendremos el día más corto del año y la noche más larga.
Se vincula desde tiempos inmemoriales a ritos relacionados con la cosecha y la preparación para el invierno, ya que había que aprovechar el último período de luz solar para trabajar en el campo antes de la llegada del frío, la escasez y la inmovilidad forzosa que traían consigo los últimos meses del año.
El otoño así suponía un período de transición, tranquilidad, balance y equilibrio, representado este último precisamente por el equinoccio de otoño, con su equidad en la duración del día y la noche.
Una de las fiestas paganas más conocidas es Mabon, celebración en honor al dios galés de las viñas. Los druidas también celebraban el equinoccio honrando al dios del bosque. Por su parte, los celtas recogían manzanas frescas que colocaban en los monumentos funerarios para honrar a sus ancestros.
En el templo de Kukulkán en las ruinas mayas de Chichén Itzá (Méjico), al atardecer, se observan sombras proyectadas sobre el borde de las escalinatas de lado norte; parece una serpiente y representa el descenso del dios maya Kukulkán, también conocida como la serpiente emplumada.
A nivel simbólico, el otoño es una oportunidad para traer el equilibro a nuestras vidas, para cosechar el resultado de los propósitos que nos hicimos a principios de año, hacer balance de lo aprendido, soltar lo que ya no nos sirve, hacer espacio para lo nuevo, guardar lo importante y prepararnos para la introspección invernal.
En el hemisferio sur es justo al revés, en estas fechas se vive el equinoccio de primavera y los días comienzan a ser cada vez más largos. Pero en cualquier caso, serán los dos únicos momentos del año en los que el día dura aproximadamente lo mismo que la noche en todos los lugares del planeta.
Podríamos escoger el género Crocus como planta representativa del equinoccio otoñal. Conocidas popularmente como “quitameriendas”, estas plantas bulbosas perennes florecen en otoño y su acertado nombre popular nos recuerda que ya van quedando atrás las largas tardes estivales en las que nos íbamos de merendola al campo sin preocuparnos del mal tiempo o de que se nos hiciera de noche. ¡Adiós verano, bienvenido otoño!